Por Jose Augusto Chavarro Macareno
Entre oscuro y claro se necesita compás de espera para descubrir o vislumbrar episodio conciso y macizo desde el parque Metaima I, de dimensión reducida y parecida a bigote, estando allí en lugar de pelos y señales, franja de terreno en estado precario o abandono total, sin embargo, al limitar con el canal de Mirolindo, desfilaban árboles frondosos visitados de cuando en vez por iguanas y ardillas, dando lugar a aparición de águila sobrevolando y esperando el momento oportuno de bajar en picada, quedando la presa a merced de ese pico mero lico, cortando yugular con destreza de sastre y procediendo a elevarse nuevamente para darse el banquete en otra parte, mientras tanto, el espectador inmediato al terminar la escena, procedía a ocuparse abriendo surcos en la tierra con el azadón para enterrar basura, comenzando a llegar mirla en solitario, en aras de alimentarse con las lombrices al quedar expuestas a visibilidad y sacrificio; mientras tanto, otras miradas se iban consolidando con flujo de peatones que pasaban por andén y puente del canal de Mirolindo, hacia arriba o abajo en pos de superar distancia y llegar al campus universitario de la ciudad de Ivagar; algunos iban distraídos, entre ellos el catedrático Cerratomotoso, cuya presencia era incompatible con quienes iban a paso rápido, pese a dirigirse hacia la pagaduría a cobrar emolumentos, y a la ausencia de alumnos en el aula, dado el estado preagónico y al confundir el nombre de los clásicos de economía.
Los movimientos mentales y físicos se retardaban por edad avanzada y los contratiempos de familia, compuesta por una señora muy aseñorada, igualmente se hallaba la nómina del complejo universitario, quizás en el ramo de la pedagogía y con alientos suficientes de colaborar con la comunidad del barrio Metaima I, obteniendo el cargo de presidenta de la junta de acción comunal; ellos se las daban de mucho café con leche, además de la hija con título de periodista, filmando el entorno con celular y con disposición de agraviar a los que no le brindaban culto a la personalidad. El pobre Cerratomotoso, al caminar con lentitud infinita por el corpachón referente a lucha libre, soltaba al aire y desinflaba, probablemente semejante a las islas de Roncador y Quitasueño.
Monotonía lugareña tuvo al fin giro inesperado, al arribar a observatorio de voluntario servidor del parque M.I, viniendo a ser como pieza rara por el origen extranjero, de constitución contraída a la mínima expresión: paticas del tamaño de niño en edad de kindergarten; vino a saberse posteriormente que pertenecía a la raza germana, lo extraordinario consistía en el contraste morfológico con belleza del rostro: cutis sonrosado y fresco, ojos azules determinantes de personalidad diáfana y sincera, la nariz estaba en el justo medio; no sobrepasaba de ñato o alargado órgano del olfato, únicamente faltaba en la descripción de los rasgos fisonómicos, aludir el crecimiento paulatino de giba con el paso del tiempo; tampoco es que estuviera al margen de los habitantes de la ciudad de Ivagar, pues más de la mitad de la población tenía desperfectos de marca: cojos, mancos, barrigones y chuecos de conciencia.
Con el tiempo se llegó a saber de la fecha de nacimiento del nuevo habitante: 1941, viniendo acompañado al mundo de hermano gemelo, separados únicamente por la determinación de uno de ellos de solicitar nombramiento en conservatorio de música y dictar clases de clarinete; desde muy temprana edad tuvieron esa inclinación artística ambos hermanos, practicando desde que eran niños y a mediados de la Segunda Guerra Mundial. De la rutina diaria en el quehacer de enseñanza magistral, formó a dos generaciones de estudiantes del conservatorio en lo que respecta al instrumento de sus preferencias, luego pidió la baja y con la pensión cedida por el gobierno germano, procedía ensayando con el clarinete, proporcionándose recitales con el gusto solamente comparable al gastronómico, aunque no todo el día lo ocupaba en ejercicios musicales, teniendo de costumbre salir a la calle a darse un vueltazo por los centros comerciales, especialmente de aquel que le quedaba a menor distancia, comprando previamente panecillos en la panadería e instalándose en la cafetería de nombre que cambiaba de razón periódicamente, cuyas múltiples funciones de salón de té teniendo de marca primigenia Santa Helena, derivando finalmente en marca multinacional; de ahí devino el interés de granjero de Metaima I de seguir en los ratos libres al clarinetista por donde quiera, con tanto espíritu de fidelidad y sin esperar ser visto, aunque era inevitable ir cultivando amistad, no tanto próxima sino a la distancia, bien si lo veía en la casa de té, mojando el panecillo que llevaba y dirigiendo de pajarillo libre de compromisos sociales, excepto al desplazarse a la librería Panamucurama y dedicarse de lleno a ojear los títulos de autores teutónicos con los cuales se hallaba en completa camaradería, al sostener diálogos ya con compositores de la talla de Wagner o Beethoven, además de los clásicos de la literatura y filosofía; solamente faltaba enmendar la plana de quien lo acompañaba a distancia, desconocido por la falta de presentación y a quien solían llamar, en lugar de granjero, con la sigla de ACPM.
El clarinetista desde tiempo atrás, también habría percibido la extraña compañía, llegando a inquirir: -de parte de Dios o del diablo ¿qué pretende de mí?, contestándole ACPM con voz temblorosa: -aprender de usted el alemán, tocar el clarinete virtuosamente y ser acompañado por séquito de mujeres. La contestación no se hizo esperar: -está muy tarde para que aprenda las notas musicales, mucho menos el idioma o portar figura de galán, no como tal me ve a mí corporalmente, sino de clase idónea en el conocimiento universal. ACPM le contestó: -está bien, eso lo tengo muy en cuenta, pero ¿podría solicitarle me diera la oportunidad de participar en las tertulias con jóvenes estudiantes de la ciudad de Ivagar en cuanto se refiere en las negociaciones de paz, entre el Estado y los insurrectos? -cuestión todavía de mayor peso para incluir a alguien con escasa voluntad de contribuir al proceso, o ¿estoy equivocado? Manifestó el clarinetista, a lo que ACPM respondió: -en verdad es difícil saber cómo lo adivinó, pues estoy completamente en desacuerdo, no por los que han estado alzados en armas desde tiempo atrás, sino por la manipulación del jefe de Estado; preferiría si usted lo tiene a bien, entregarle el premio Nobel de la Paz por el empeño puesto sin interés alguno.
En lugar de aceptar el ofrecimiento, jamás pudo ACPM lograr asequibilidad del artista y en adelante, al acercársele obtendría rechazo tajante.
Lástima, hubiera sido de la misma generación y del año de nacimiento si el tiempo y el espacio lo hubieran permitido, de ser hermanos trillizos en lugar de los gemelos, ambos virtuosos con el clarinete.
Sobre el autor de este disparate:
El Boletín del Marginado: donde se narran los episodios del Parque de la Independencia, de la comarca turminense o de cualquier parte del país. Protagonizado por Armando Cimientos de Paredes Mojadas «ACPM».