Por: Gilberto Tabares
Ya pasaron dos años luego de la derrota electoral de Sergio Fajardo, derrota que lo llevó a hacer una de las rabietas más infantiles y patéticas de la historia política colombiana, anunciar su retiro de la política e irse a ver ballenas. Fajardo ha usado estos años para tratar de reflexionar o dilucidar en que falló en la campaña anterior y ha vuelto a la escena política con su ya hipermanoseada idea de la polarización; concepto que en el pasado trató de pegar a la sociedad como una campaña de marketing de cualquier franquicia de comida rápida estadounidense, ya que no solo era incapaz de abordar u orientar su enseñanza, sino que subestimaba la inteligencia de aquellas mentes a las que trata de hacer respaldar su programa. Este artículo tratará de exponer el fenómeno de la polarización, bastión conceptual de la que considero una de las campañas políticas colombianas más mediocres de esta década y cuyo objetivo es erosionar las relaciones de las ya fragmentadas alianzas políticas colombianas.
Debemos entender que las polarizaciones políticas son fenómenos que tiene su origen en fisuras abiertas a lo largo de nuestras historias, se arraigan en las estructuras políticas y sociales a medida que se presentan divisiones ideológicas, económicas, culturales, regionales y étnicas propias de las correlaciones entre seres humanos, no es un fenómeno reciente a causa de un solo desacuerdo. Para los efectos de este artículo, definiremos la polarización en concordancia con Nolan McCarty, como el creciente apoyo a las opiniones políticas extremas en relación con el apoyo a las opiniones centristas o moderadas1, esta, a mi parecer, es la definición de la que Fajardo abusa en sus campañas, pues en su discurso constantemente se refiere a la distancia y por ende la semejanza que existe entre dos polos en relación con el centro, ubicando a la sociedad en dos polos extremistas: el Uribismo y Colombia Humana, con esto se pretende que se perciba a Colombia Humana en el extremo político más radical, la extrema izquierda.
Dicho lo anterior, pensemos en la distancia que existe entre las plataformas electorales expresada en las urnas en el contexto de la primera vuelta presidencial 2018, podemos observar que la dimensión de identificación, es decir, hacia donde se dispersaron los electores, refleja que la dispersión dada entre ambas campañas (Colombia Humana y Coalición Colombia) es muy tenue, ambos obtuvieron entre el 25,09% y 23,74% de los votos, casi el 50%, e incluso ambas campañas en relación con la del Uribismo 39% -Más allá de la evidente compra de votos- tienen una distancia de 14%. Acerca de esto Montero (2019) señala que, a partir de la ubicación de los electores en relación a la vieja escala izquierda derecha se puede inferir el tipo de polarización; en nuestro caso, cuando el elector colombiano se autoubica en el centro revelaría que la polarización política de nuestro país es moderada. En este sentido se cae el abuso conceptual de Fajardo, ya que los países polarizados no tienen tres clusteres de identificación, tienen dos ¿De dónde saca Fajardo una atmósfera de alta polarización? Si lo que observamos expresar en las votaciones son las perspectivas políticas de la sociedad, el cluster central debería ser mínimo o inexistente para sostener una polarización extrema; por el contrario, nuestra circunstancia político social es tripolar.
Sumado a esto, Si le preguntamos a los parlamentarios del partido verde y del Polo Democrático donde se ubican en una escala del 1 al 10 con respecto al proyecto político del Centro Democrático (derecha) ¿Dónde se ubicarían al respecto y que constataríamos? Me atrevo a afirmar que observaríamos sin lugar a duda una verdadera polarización, no política, ideológica; en la cual tanto el Partido Verde, como el Polo Democrático Alternativo tratarán de ocupar la mayor distancia posible respecto al Centro Democrático, mismo lugar que ocuparía Colombia Humana, lo que demostraría una evidente polarización basada en la percepción de los representante, mimetizando incluso los tres partidos. Ahora bien ¿por qué digo que esta polarización no es política? Observemos cómo se comportan políticamente los representantes del Polo Democrático y el Partido Verde respecto a la toma de decisiones administrativas y legislativas ¿Están siempre en contraposición a aquellas propuestas de la derecha que socavan las libertades y sumen a la sociedad en la desigualdad y la extrema pobreza o por el contrario cohonestan con ellas? Hemos visto a Angélica Lozano ausentarse de decisiones que favorecen a la sociedad, a Juanita Goebertus defender uno de los proyectos políticos más mortales para la sociedad colombiana (Seguridad Democrática) y a uno de los ministros de economía más voraces Alberto Carrasquilla. Hemos visto a Claudia López y Navarro Wolff votar contra la JEP; a Catalina Lalindez votar no a la renta básica y ausentarse en la votación que archivaría la reforma tributaria. Es decir, si bien el “centro” se puede llegar a percibir en el polo opuesto respecto al Centro Democrático (polarización ideológica), su práctica política desdice esa percepción o al menos genera una atmósfera de ambigüedad al respecto que desdibuja cualquier atisbo de polarización política.
Otra forma de pensar en la polarización es observando cómo se comportó la derecha en las elecciones 2018, si recordamos la narrativa de su candidato Iván Duque, podremos avizorar que de un momento a otro cambió el discurso de campaña propio de su partido, ahora eran antifracking, pro aumento salarial, pro educación, antireforma tributaria, “más salario, menos impuestos” e incluso pregonaba un respaldo a la cultura a través de una idea ininteligible, la “economía naranja”. ¿Por qué en campaña el Centro Democrático abandonó la justificación de su práctica política y se camufló en ideas antitéticas, si el escenario es (como advierte Fajardo) de extrema polarización? Creo que el partido se movió hacia el centro porque allí se encuentra un gran número de electores, ya sabían que tenían asegurados los votos de una parte de la población incapaz de advertir la manipulación del discurso del Castrochavismo y de un país que se le entregó a la guerrilla, pero necesitaban los votos del centro. Esto quiere decir que la competencia que ofreció el Centro Democrático la llevo a cabo reconociendo un contexto de poca polarización, ya que de lo contrario se habría recostado más al extremo en una competencia encarnizada, al contrario el uribismo se moderó y jugó en dos frentes, Iván Duque en el terreno de los moderados y el resto de sus integrantes rompían los acuerdos de paz en el teatro del fascismo.
Considero que aparte de la forma como se comporta el electorado y sus representantes al decidir, hay dos grandes problema políticos en el país que niegan la polarización política, el primero, es la sucesión de políticas públicas que llevan a la inestabilidad, estas decisiones se han tomado en alianzas partidistas para llevar a cabo un programa político, de esa forma se ha gobernado en Colombia durante décadas, una mezcla de contratos, dinero y puestos de trabajo (mermelada) o de relevos de aprobación (yo te apruebo, tú me apruebas) Estas prácticas políticas no se podrían dar en un ambiente de polarización política, por el contrario la toma de decisiones se estancarían entre los desacuerdos.
Segundo, la concentración de poder en manos de un solo partido, por ejemplo, hoy el Centro Democrático no solo controla el poder ejecutivo y legislativo, también los organismos de control, con esto se asegura la ejecución de su agenda política. Hasta el día de hoy, no hay nada que indique que esto va a cambiar; la polarización política evitaría tal concentración de poder en un solo partido, puesto que las fuerzas serían mucho más equilibradas dada la lucha por su control y sería positivo para el equilibrio de poderes. Es precisamente el discurso de la polarización uno de los factores que ha impulsado tal concentración de poder, al dividir la fuerza alternativa que podría hacerle frente a ese tipo de dominio de los órganos institucionales. Debemos dejar de temer a la polarización, ya que esta sólo es negativa cuando equivale a la exclusión, nos sirve para comparar distintas posturas o ideas, que al lograr conciliarlas podríamos obtener una posición que limite los aspectos negativos de la propuesta y sume los positivos o bien negar su posibilidad en relación al poco beneficio.