Estoy cansado de su estigma contra las personas que tenemos un trastorno mental diagnosticado

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Soy un joven de 30 años profesional con un empleo, un círculo amplio de amistades, una familia nuclear, tengo dos mascotas, práctico deportes, medito, tengo hábitos no tan saludables como el consumo de alcohol y cigarrillo, me encanta viajar, conversar con hombres o mujeres con los que se pueda establecer una conversación interesante, profunda y reflexiva. Mis relaciones de pareja no han sido las mejores, los vínculos sexo-afectivos sin compromiso son más comunes que el noviazgo y la “estabilidad” de una relación por muchos factores, entre esos mi salud mental.

Cuando empecé a sufrir de ataques de ansiedad que me tiraban literalmente al suelo y cuando reconocí mis 3 intentos de suicidio decidí hablar y buscar ayuda profesional, durante estos largos 7 años he tenido 8 psicólogas, 6 psiquiatras y 6 diferentes psicofármacos para llegar a un diagnóstico clínico: Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). Este trastorno viene acompañado de ansiedad y depresión.

Para resumir un poco, la ansiedad me hace sentir inseguro, menospreciado, subestimado, no merecedor, intranquilo, culpable, temeroso, miedoso, pensativo, irritable, malgeniado, impulsivo, indeciso, excesivo con la comida, el alcohol y el tabaco, entre muchos otros elementos que se encuentra en mi cuerpo cada vez que actúan los pensamientos intrusivos, rumiantes y negativos permanentes en mi cabeza.

Para poder atacar todo esto, debo hacer rituales de repetición y confirmación para poder bajar la intensidad del malestar que se genera en mi cabeza en donde siento que está a punto de explotar sin razón alguna. Todo esto tiene algunos detonantes que se pueden explicar y otros que no tienen explicación alguna, solamente llegan los peores pensamientos catastróficos de que algo malo me va a suceder y me pone en alerta.

Todo esto no es fácil de habla o escribir porque la sociedad colombiana no está preparada para asumir este tipo de conversaciones sobre la salud mental, cada vez que alguien dice que está deprimido la mayor parte de la gente lo señala y estigmatiza diciendo que está loco, chiflado, perezoso, corrido de la teja o que le falta un tornillo y que si se va a matar que lo haga, todo es con la peor frialdad que nos caracteriza cuando hablamos del dolor ajeno. Eso, por una parte, por la otra, cuando hablamos de enfermedades psiquiátricas la gente nos hace el feo, piensan que esto es contagioso y nos alejan, marginan, se olvidan de nosotros, nunca nos llaman para hacer planes, prefieren mantenernos alejados como si tuviéramos lepra o cualquier otra enfermedad física que se contagia con el contacto físico.

Por otra parte, cuando exteriorizamos nuestros sentimientos, emociones y malestares en las redes sociales, lo único que hacen es criticar, señalar y crear chismes acerca del padecimiento ajeno, todo esto con el propósito de eternizar la indiferencia a la que estamos sometidos por sentir más de lo normal y jamás preguntarnos si estamos realmente bien, solo prefieren pasar por un ladito y no preocuparse por su propio compañero de trabajo, de estudios, amigo, familiar o en el peor de los casos, de su propia pareja.

Los hombres estamos expuestos a la burla cuando de llorar se trata, pero, nadie se hace responsable de las actitudes, comportamientos y acciones que nos hacen sentir así y que de ellas pueden derivar en un suicidio, para luego si comentar en las noticias generando lastima y una falsa solidaridad.

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