Por: Julián Arango
El cambio climático se cierne sobre la salud mundial como una sombra ominosa, con las enfermedades transmitidas por vectores (ETV) emergiendo como una de sus principales preocupaciones. Mosquitos, flebótomos, garrapatas y otros vectores se convierten en aliados involuntarios de este fenómeno, expandiendo su alcance y poniendo en riesgo a millones de personas.
Las pruebas científicas son contundentes: las fluctuaciones en la temperatura y las precipitaciones actúan como un director de orquesta para estas enfermedades. El dengue, por ejemplo, encuentra su escenario ideal en temperaturas entre 20°C y 25°C, junto a lluvias moderadas. La malaria, el Chikunguña y la fiebre del Nilo Occidental también se suman al elenco, listas para aprovechar las condiciones favorables que el cambio climático les ofrece.
Las consecuencias son aterradoras: se estima que hasta 250 mil muertes adicionales podrían ocurrir cada año antes de 2050, producto de la desnutrición, la malaria, la diarrea y el paludismo, entre otras enfermedades exacerbadas por el cambio climático. Los costes sanitarios directos se calculan entre 2000 y 4000 millones de USD al año para 2030, una cifra que estremece.
Ante este panorama sombrío, la acción urgente se vuelve imperativa. Fortalecer los sistemas de salud, implementar medidas preventivas y adaptativas, e invertir en investigación y educación son pasos cruciales para mitigar este impacto. Organizaciones como la OPS y los CDC lideran la lucha, impulsando programas y estrategias para proteger la salud pública.
En Colombia, las ETV se perfilan como una de las mayores preocupaciones ambientales. La malaria, el dengue, la enfermedad de Chagas y la leishmaniasis concentran el 80% de los casos, mientras que el Chikunguña y la fiebre de Zika se suman a la lista de amenazas emergentes.
El cambio climático intensifica este problema. El aumento de las temperaturas, la irregularidad de las lluvias y la vulnerabilidad a eventos extremos crean un caldo de cultivo ideal para la expansión de los vectores y las enfermedades que transmiten.
Si bien existen investigaciones en curso, como el estudio «Evaluaciones de la distribución actual y futura de enfermedades transmitidas por vectores», aún hace falta mucha información detallada sobre la distribución de vectores en Colombia. Se necesitan más estudios, en tiempo real, para comprender mejor estos procesos biológicos y ambientales y poder actuar de forma eficaz.
Programas como «Cambio Climático, Vulnerabilidad y Salud en Colombia» intentan promover la adaptación y la preparación, pero se requiere una mayor coordinación interinstitucional y participación ciudadana para enfrentar este desafío de manera integral.
El futuro de la salud pública en Colombia está en juego. Es hora de aunar esfuerzos, fortalecer la vigilancia, invertir en investigación y tomar medidas contundentes para minimizar los peligros que el cambio climático y las ETV representan para la población. Solo así podremos construir un futuro más saludable y resiliente para las generaciones venideras.