Por: Otto Vasili
Yo creo que nadie puede a fecha de hoy saber a ciencia cierta cuál será el desenlace histórico o incluso electoral de todo esto, no se trata de “capitalizar políticamente los espacios logrados en la lucha”, al menos definitivamente no para un o unas cuantas personas, sino para el pueblo diverso en conjunto.
Tampoco es hora de hacer apuestas individuales sobre el curso general de los acontecimientos que se van dando, o de que unos resultados no óptimos para la lucha beneficien determinado objetivo político restringido a un grupo o a una determinada opción electoral. Ese peligro estará siempre asechando la unidad del paro, dispuesto a erosionarlo poco a poco, o reventarlo de un solo tirón. Por eso la crítica debe ser incansable e ir primero hacia adentro de cada cual en su consciencia ética y política. Debe haber unidad incorruptible a los intereses particulares, por nobles que sean, en torno a desbancar, no un gobierno, sino un régimen que ya hoy el pueblo colombiano sabe que no trae más que pobreza, desolación, individualismo enfermo, manipulación de las consciencias para justificar la muerte.
Para la política en el estado (que es solo una parte de la política) y lo electoral habrá su tiempo más adelante. En algunos meses, o incluso años. Pero solo cuando hagamos bien la tarea de hoy. No es cuestión tampoco de criticar de manera vacía o interesada, el Comité Nacional del Paro y todas sus organizaciones a nivel local realizan ahora y permanentemente esfuerzos denodados por encontrar formas de hacer las cosas de modo que se logre evitar la separación entre la estructura organizativa y la gente de a pie.
Creo que muchos hemos escuchado o realizado diagnósticos agridulces de las luchas pasadas, por ejemplo, la lucha estudiantil contra la reforma a la ley 30 de educación en el gobierno de Santos. Se logró una movilización hermosa, masiva y cultural como pocas, fuerte, consistente y consciente políticamente de sus objetivos y acciones, un paro sostenido a lo largo de varios meses, y una movilización masiva que duró varios días. Y que logró su principal objetivo en el momento en el que se dio: tumbó esa rapaz reforma y abrió un espacio de discusión política de la problemática educativa del país. Sin embargo, también es cierto que parte del diagnóstico que puede hacerse, es la paulatina separación, que vino después, entre la estructura y vocería política que se generó, y las bases de ese movimiento estudiantil. Cada cual estando de acuerdo o no con ese diagnóstico, pues no se trata de cobrar o pagar cosas ni de nombrar a nadie, debemos reconocer que muchos actores colectivos y personas se sintieron desilusionados con lo que pasó después a nivel organizativo. Aunque a la larga no fue tan grave, pues se había logrado el objetivo central que era parar esa reforma, y los liderazgos que se formaron hoy aportan al país y a la lucha.
Sin embargo, hoy la situación es otra. La resistencia de la población colombiana se prepara para hacer carrera de fondo, pues dado el diagnóstico de que estamos en una coyuntura histórica, puede durar muchos meses, incluso algunos años, si se ve todo en una perspectiva amplia, más allá de este paro. Aquí es clave que la organización no se separe de su alimento y su savia, que no se marchite en las reuniones en palacios de gobierno, las ruedas de prensa y las oficinas estatales, que no separe su consciencia como organización, de la consciencia de la gente que marcha indignada por la injusticia. Si esos dos elementos, la gente y la organización no van juntos, apague y vámonos a esperar 40 o 60 años otra oportunidad de estas, y con un país en violencia.
La gente de a pie, todos nosotros, agrupados o no en organizaciones, somos y debemos ser la voz que defina de manera profundamente consensuada o al menos denodadamente consciente, los objetivos y tácticas para la movilización y la protesta, los momentos y las acciones, y también, por qué no, las inacciones y las pausas. Se debe dar espacio también a la libertad de algunos o muchos actores en sus respectivos espacios de lucha, que el comité de paro logre reconocer las diferencias de criterio accesorias y tenga la flexibilidad suficiente de no entrar a decidir en espacios de acción que son de las personas, organizadas o no. ¿Se trata de reconocer esos esfuerzos y lograr consensos en lo indispensable? Sí. ¿De exigir democracia interna? También. Pero, sobre todo, de aportar a un dialogo interno sincero, realista y siempre autocrítico, siempre auténtico en las intenciones de cada actor individual y colectivo, y lograr entre todos que se pueda honrar la inmensa responsabilidad histórica que tiene sobre sus hombros el comité y todas sus partes.
Un buen ejemplo de una actitud inteligente en este aspecto, es el de la Guardia Indígena, que responde sin dudarlo al clamor de protección y apoyo a la resistencia en las calles, y sin ceder su independencia política y sus espacios de discusión aparte con el gobierno.
Seguramente habrá tensiones, y el mismo gobierno hará lo posible para exacerbarlas. Pero esa discusión interna democrática y solidaria, es también resistencia.
Hay que encontrar formas tradicionales o novedosas pero ante todo eficaces, para dar mayor relevancia y poder decisorio a las organizaciones más conectadas con las bases, que haya consenso en las decisiones, pero solo a partir de la previa discusión y comunicación entre la enorme diversidad de posiciones presentes en el paro, diversidad que no es otra que la del pueblo colombiano consciente y deseoso de cambios profundos.