La Minga y su vigencia emancipadora

Actualidad Opinión

Por: Alfonso Avellaneda Cusaría


Definitivamente no hemos salido de la Conquista. El ataque asesino a la Minga indígena el día de ayer en la ciudad de Cali por parte de civiles con la complacencia de miembros de la Policía Nacional, de la cual resultaron seis indígenas gravemente heridos a bala y las narrativas de racismo inmisericorde contra la población indígena direccionados desde las estructuras de poder de los propios gobiernos nacional, regional y local nos están mostrando que el periodo de la Conquista con sus secuelas de exterminio sigue vigente en los mandos del Estado colombiano.

Los discursos de Belalcázar,  Quesada  y von Humboldt, que consideraron que los pueblos ancestrales de América eran salvajes sigue  vigente en las mentes de la camarilla Uribe-Duque y sus secuaces y por ello su rabia contra la Minga armada de bastones y de una narrativa de dignidad.

No cabe aún en las mentes de los colombianos,  como herencia de un discurso oficial arrodillado a los saqueadores de Colombia, que alguna vez  tengamos un Presidente indígena. En municipios como en Paipa,  Boyacá, dónde los indígenas del valle de Sogamoso fueron agrupados en 1778 entre lo que son hoy las veredas de El Volcán, Sativa, La Bolsa, Marcura y Bonza aún predomina en los grupos gobernantes locales un  concepto que la herencia indígena no tiene validez y por eso  en su visión del desarrollo no tiene importancia la conservación de la naturaleza, sus paisajes y su gente de mayoría con ancestros muiscas y de esta forma hasta los proclamados como Verdes, nueva casta dominante en Boyacá, siguen siendo seguidores del discurso de los conquistadores.

El actual Paro Nacional debe abordar una lectura de la realidad y sus herencias racistas para abrir paso a nuevas lecturas emancipadoras que rescaten la sabiduría ancestral y lo mejor de las luchas latinoamericanas por la dignidad y la justicia en la diversidad y las diferencias de credos, sabidurías,  etnias, lenguajes y símbolos, en esto la Minga nos da una lección.

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