¡Es una burla!

Por Katherin Rojas Sánchez

Las fiestas del San Juan y San Pedro se adelantan y toman un nuevo rumbo, para ubicarse en aquellos no lugares que se han transformado en la nueva zona rosa de la ciudad. Colombia lleva más de 60 años nadando en sangre de inocentes, de sus cuerpos solo queda un llanto largo y una mancha en el suelo, mancha que se borra con una sonrisa de carnaval como la que en los últimos días se ha visto en las marchas de Ibagué, ¡es una burla!, la gente inunda las calles para rotar la copa y no precisamente por el aguante, sino porque es una excusa para hacer del momento una comedia.

La risa es el lugar modesto en el que se acomoda la ignorancia, desconocer la historia normaliza la censura, pues se vuelve una cortina de humo con rostro de alegría cuya finalidad se convierte en una fiesta popular. En la actualidad, el ego de las gentes solo pretende llenar una pantalla por donde liberan la doble moralidad, nada se propone.

Hacía 1950 en Barranquilla la Banda de Música de la Policía Departamental acompañaba las celebraciones con una papayera. ¡Nada hay que celebrar!, aunque sus sonidos traigan consigo el entusiasmo, el país vive una masacre, la sevicia de un estado que brilla por su ausencia y le entrega a las fuerzas armadas el control de los habitantes, no debe ser el motivo para que muchos tomen las calles sin conocer el trasfondo de la lucha, para que se paren, salten y toquen guiados por el ritmo en lugar de la causa precisa.

Nos desinformamos unos a otros por falta de unión y pedagogía, por falta de empatía, no es usar el nombre de alguien y hacer de esto una fiesta con papayera, es no ser indiferente ante la forma de gobierno, unos pocos conocen parte del conflicto que cobija este país, pero no se puede pretender que todo el mundo lo sepa y tildarle de ignorante a quien desconozca u omita Quién dio la orden para silenciar.

Hay abuso, cortes de servicios públicos, carencia de alimentos, balas, sangre, dolor en su madre patria, hay zozobra bajo los parpados causando insomnio en miles de personas. Esta realidad no es una fiesta para que se baile sin miedo a que un trueno le atraviese.