Aprendizajes de yoga en tiempos de pandemia

Opinión

Por: Natalia Orduz Salinas


(Ensayo para Estudios Yóguicos 1 en la Academia Satyananda)

Durante estudios yóguicos 1 en la academia Satyananda, he disfrutado todas las ramas del yoga que, en mayor o en menor grado, hemos tenido la oportunidad de practicar y de aprender. También he sentido cómo se complementan entre sí; por ejemplo, los mantras en la mañana ponen la mente en una mucho mejor disposición para la práctica de karma yoga. A su vez, el karma yoga se alimenta del bhakti, porque la acción desprovista de ego es más auténtica y potente cuando es de entrega y devoción por el Ser superior, la Madre naturaleza o Dios; o, en todo caso, el carácter divino de la creación. De la misma manera sentir esa luminosidad de la divinidad es más posible en estados de meditación que se van a aprendiendo con el Raja Yoga.

Siento que mi camino en el yoga apenas está comenzando; he tenido atisbos de momentos de meditación profundos, de los flujos de energía y estados de conciencia más expandidos. Pero, hasta el momento, han sido sólo la posibilidad de olfatearlos, lo que ha sido suficiente para saber que quiero seguir profundizando en ellos. Por eso, en este ensayo, voy a hablar en un nivel que me resulta más cercano a mi realidad, así como a mis formas de expresión. Voy a hablar de cómo el karma yoga me ha transformado en estos meses. En primer lugar, presentaré algunos de los hallazgos más bonitos que tuvieron lugar en mi intelecto; asuntos que me cambiaron algunas perspectivas de la vida. Luego, quiero contar cómo esos cambios han repercutido en mis propias acciones y han sembrado nuevas maneras de ver y hacer las cosas. Aquí quiero contar también algunas reflexiones sobre cómo el yoga ha impactado mi mirada frente a los temas de mi trabajo. Finalmente, haré una reflexión final sobre la experiencia de los estudios yóguicos y los retos hacia adelante.

1- Hallazgos que me dieron nuevas perspectivas

Aunque soy muy emocional, sé que tengo una tendencia enorme a racionalizar las cosas y a buscar claridad mental o al menos una narrativa más o menos nítida y lógica de lo que hago. Antes de entrar a estudios yóguicos, por mi mente rondaban muchas preguntas: ¿Cómo vivir en el presente y al mismo tiempo, construir el futuro? Sentía que era importante estar atenta en el presente, pero también pensaba que era necesario preocuparse hasta cierto punto por el futuro, pero sentía que, de alguna manera, lo segundo empañaba lo primero. Otra pregunta que me hacía era sobre el ego: si lo dejo a un lado, ¿qué queda de mí? Si me enfoco sólo en los demás, ¿me haré daño a mí misma? Encontré mucha claridad a estas dos preguntas con la lectura del capítulo de Karma Yoga en Yoga Darshan, que hice varias veces a lo largo de estos meses. En particular, me ayudaron algunas de sus metáforas.

La primera que me resultó muy impactante fue la del vehículo y el conductor. El conductor está atento y consciente del vehículo, lo sabe observar, pero no se identifica con él. Sin entender todavía qué significaban exactamente en mí el vehículo y el conductor, la metáfora me pareció liberadora. Me mostró que el conductor, si no se identifica con el vehículo, no tiene que estar sufriendo por la velocidad que pueda alcanzar, por ser más rápido que otros, por tener la mejor y última tecnología, los mejores accesorios o estar reseñado en las revistas de automóviles. Eso me pareció maravilloso. Entendí que no somos un montón de cosas que creemos que nos identifican y, por lo tanto, tener o no ciertas virtudes o logros no es tan relevante. No está en juego nuestra vida ni su significado por un montón de asuntos que por lo general nos causan un montón de estrés: ser suficientemente talentosos, bellos, inteligentes, exitosos etc.

Sin embargo, quedaba la pregunta entonces de quién es el conductor. Swami Niranjanananda dice que esto se iría comprendiendo si se ponen en práctica los atributos del Karma Yoga. Todos estos son hermosos y complementarios, pero quiero detenerme en tres que tuvieron un gran impacto en mí. Un primer grupo son la ecuanimidad y la ausencia de expectativas; y el segundo se relaciona con la eficiencia y el dharma.

A-La ecuanimidad y la ausencia de expectativas

“Equilibrio en el éxito y en el fracaso”: así define Swami Niranjanananda la ecuanimidad. El fracaso y el éxito están afuera de nosotros y dependen de un montón de variables que no están bajo nuestro control. En la sociedad actual, vivimos llenos de ansiedad porque “las cosas salgan bien” y nuestra alma pende de ese hilo. Que las cosas se confabulen de tal manera que ocurra lo que queremos que pase, que no llueva, que otras personas estén de buen genio, que en el examen pongan x o y pregunta etc. Es muy cruel que nuestra cultura fomente ese tipo de sufrimiento perpetuo, en donde el bienestar propio depende absolutamente de asuntos externos y, en el fondo, superfluos.

Independizar las acciones de las expectativas es revolucionario en nuestra cultura, donde nos enseñan a actuar en función de un logro, de una felicitación, de una recompensa y de ganarles a otros una competencia; donde estamos acostumbrados a calificamos a nosotros mismos y a los demás en función de resultados que van mucho más allá de nuestro control. Las expectativas son un producto de nuestra imaginación que las crea en función de nuestro deseo de placer y aversión al dolor. En otras palabras, son el deseo de que la realidad solo nos produzca placer. Como esto no ocurre siempre, nos frustramos, especialmente si todas nuestras acciones solo tienen sentido en función de ellas.  Liberarse de las expectativas es decir sí a la realidad, aceptarla tal cual es y darles un sentido distinto a las acciones.

B-La eficiencia y el dharma

Nada de lo anterior quiere decir que desatendamos nuestras acciones, por el hecho de que los resultados no deban preocuparnos. Todo lo contrario. La renuncia al resultado implica la máxima concentración, atención y eficiencia en la acción. La actitud frente a la acción es la más importante y es, al fin y al cabo, lo único que sí depende de nosotros y sobre lo cual tenemos algún control. La actitud frente a la acción permite desarrollar drashda, el observador. Ahí es donde Swami Niranjanananda dice que podemos descubrir qué acciones (y cuáles actitudes frente a ellas) nos limitan o atan, o nos expanden. Quiero relacionar esto con los vrittis, que son situaciones que nos determinan (porque nos generan cambios en nuestra forma de pensar, creer y actuar) y nos entrampan sin que nos demos cuenta. Observar nuestras acciones y nuestras reacciones nos permite reconocer cómo nos condicionan la información que recibimos del mundo, las interpretaciones que hacemos basadas en nuestros prejuicios y nuestra propia imaginación; incluso, para niveles más avanzados, cómo nos influencia el subconsciente y el inconsciente.

La forma para cortar estos círculos donde estamos entrampados es la aceptación de la realidad tal cual es y de nosotros mismos, y el desapego especialmente del deseo de placer y de la aversión al dolor; en suma, de nuestras expectativas. Ahora bien, todo lo anterior me ha hecho preguntarme sobre el dolor o la incomodidad: ¿es necesario sufrir? ¿no es bueno, para la salud, evitarlo o prevenirlo? Las respuestas a esta pregunta son muy profundas y todavía necesito elaborarlas interiormente. Sin embargo, por ahora, me atrevo a mencionar tres ideas que he trabajado: i. el dolor y el placer son igualmente parte de la vida y que es importante aprender a desapegarse de la expectativa de evadir uno y buscar el otro; y de sentirse frustrado si no se logra este objetivo; ii. la eficiencia en las acciones incluso aplica a las de cuidado personal, de la familia y del entorno: este debe hacerse con máxima atención y concentración en la alimentación, la dieta, la alegría y otras condiciones que generan entornos donde se previenen los dolores en la medida de lo posible y iii. a veces es más dura nuestra resistencia al dolor que el mismo dolor; observarlo desde la mirada del conductor del vehículo permite profundizar en la experiencia humana y ampliar la conexión con los demás todos los demás seres desde la vulnerabilidad. Aquí me remito a Pema Chodron y su hermoso libro “Cuando todo se Derrumba”.

La eficiencia en las acciones y la aceptación de la realidad tal cual es un ejercicio meditativo muy profundo y a la vez muy difícil.

Cuando las acciones se realizan como una entrega, como un homenaje a la divinidad de la vida o del cosmos, todo lo dicho hasta aquí fluye con más naturalidad y fuerza, porque existe una confianza, una fe y una entrega a una realidad superior o divina. No es necesario anclarse a una religión para experimentar esto; basta con observar una planta, escuchar las aves y ver la perfecta conexión entre ambas. Sentir que las acciones son un servicio o sencillamente un acto de agradecimiento o amor por la divinidad del mundo y su perfección lleva la atención máxima a la acción misma; y empalidece por completo al ego. Cuando esta actitud se imprime en las acciones, se planta la semilla de Bhakti, porque esa confianza y gratitud comienzan a crecer. Me ha pasado muchísimo a lo largo de este periodo que me llega una preocupación a la mente (generalmente relacionada con alguna expectativa) y sencillamente me digo con toda la confianza que se resolverá y que aceptaré lo que pase, como un acontecimiento de la vida digno de atención, como cualquiera. Y lo más maravilloso es que muchas veces, así, sin forzar, presionar o preocuparse, las cosas se resuelven casi de forma mágica.

2-El karma yoga en mi vida diaria

La práctica del yoga y mis reflexiones del karma yoga han ocurrido en un periodo muy singular de nuestra historia vital: la pandemia. Pasados varios meses, he concluido que esta situación ha sido traumática, porque ha generado cambios radicales en nuestra percepción de la vida. La pandemia ha roto muchas de nuestras sensaciones de seguridad y confianza. Mostró que un evento puede cambiar de forma abrupta situaciones que dábamos por hechas. Nunca nos imaginamos que un abrazo a un ser querido pudiera trasmitirle un virus mortal, ni que una pandemia pudiera cerrar las puertas del negocio que brindaba los ingresos familiares o que dudáramos sobre la posibilidad de volver a hacer planes de mediano o largo plazo.

Esta situación nos quitó muchos velos que la cultura nos ha puesto sobre los miedos y las incertidumbres; temores que siempre nos han acompañado, pero que hemos logrado mitigar con sensaciones de seguridad, entretenimiento y otros paliativos que hemos desarrollado. De repente, tuvimos que enfrentarnos al miedo a la enfermedad y a la muerte y, sobre todo, a la constatación de la vulnerabilidad de nuestros cuerpos y de los sistemas de vida que dábamos por invencibles. En mi caso particular, en la pandemia he pasado más tiempo sola que imagino que en todo el resto de mi vida, nunca había sentido tanto miedo sobre la fragilidad de mis papás y tampoco la tristeza de que el mundo en el que me sentía familiarizada quedaba para siempre atrás. He tenido pensamientos angustiosos, miedos y frustraciones. Sin embargo, siento que el yoga y la práctica diaria me han permitido profundizar la confianza y la gratitud en la vida, a pesar de sus caminos impredecibles. También me ha ayudado a estar presente en cada día y mantener la ligereza de que cada uno es nuevo, huele a fresco como el verde de las plantas que riego en las mañanas y que me ofrece infinitas oportunidades para conectarme con la vida.

Siento que la coincidencia temporal entre este tiempo con el curso de Estudios Yóguicos me dio la oportunidad de comenzar un tránsito parecido al que describe Swami Niranjanananda con la oruga, que antes de convertirse en mariposa se encapsula en sí misma y permite una transformación interna. La observación de mí misma durante estos meses y la práctica diaria han comenzado a cambiar varias capas de mi personalidad. Soy muy consciente de que este es un camino de toda la vida, pero también comienzo a sentir que algunas semillas germinan. Mis apegos siguen existiendo y con frecuencia me martillean la cabeza y la panza, pero soy capaz en muchos casos de ser consciente, de forma que los observo y veo cómo se debilitan solos; y también sé que puedo tramitar mucho mejor mis emociones observándolas, separándolas de la historia que afecta al ego; expresándolas cuando siento que es necesario, y aceptándolas, a pesar de que no sean placenteras. Esa observación amorosa sobre mí misma me ha ayudado también a tenerla con los demás. Pero, como dice Swami Niranjanananda, las interacciones con otras personas son el mejor campo de prueba del karma yoga. Aún me falta mucho trabajo propio para actuar con total empatía, ahimsa y desapego de mi propio ego en las interacciones, pero estoy aprendiendo a que la observación de las reacciones propias y ajenas me den las claves para avanzar en este camino.

En mi vida laboral, que ocupa un grandísimo campo de mi tiempo y mi energía, la práctica del yoga también ha comenzado a moldear muchos ámbitos, tanto en la forma de trabajar, como en los contenidos. Desde la forma, siento que el yoga me reafirma en decisiones que intuitivamente he tomado desde hace mucho tiempo sobre el propósito de mi trabajo. Desde el inicio de mi vida laboral me he dedicado a asuntos donde están mi corazón y mi convicción, donde creo que contribuyo, de alguna manera, a generar condiciones mejores para la vida y el equilibrio de los seres humanos y no humanos. Este sentido de dharma me ha guiado siempre y me ha dado la perspectiva para darle prioridad a ese propósito por encima de otras inquietudes que ha manifestado el ego. La práctica del karma yoga me ha relajado mucho con respecto a actividades que por cuestiones del ego mismo no me gustaba hacer, porque quizás me parecían menos elevadas para mí, como tareas administrativas o repetitivas. De esta manera, me siento en general muy satisfecha y tranquila, porque me enfoco en la atención y entrega de las acciones diarias sin que las perspectivas inciertas logren sobrecogerme y sin necesidad de demostrar resultados a los demás.

Por otro lado, la práctica del yoga ha comenzado también a permear mis perspectivas sobre el contenido de mi trabajo. He comenzado a buscar la raíz de los desequilibrios ambientales no solo en debates políticos o económicos, sino en cuestiones más profundas. He pensado cómo las reflexiones personales que he tenido sobre la búsqueda de metas externas para evadir el dolor, buscar el placer o destacarse frente a los demás tiene mucho que ver con la construcción de formas de vida depredadoras de las condiciones naturales. Estas formas de ver y estar en el mundo están expandidos incluso en entornos defensores del ambiente que me rodean. Esto me ha llevado a hacerme nuevas preguntas sobre el contenido y la forma de trabajar, cuyas respuestas aún estoy buscando.

La práctica del yoga también ha sido muy importante para encontrar equilibrios en un trabajo en el que estoy constantemente expuesta a información muy dolorosa sobre el estado de degradación del mundo natural, y los riesgos que se ciernen sobre los defensores ambientales, t en general los ecosistemas y muchas especies, entre ellas, la nuestra. Ser conocedora de una información tan desesperanzadora y triste, y testigo de una cultura que evade la conciencia sobre esto, no deja de ser un reto espiritual y mental, especialmente en medio de una pandemia que también es resultado de esta degradación ecológica. El yoga me ha ayudado a no perder la alegría por la vida, maravillosa y compleja, que tenemos hoy. En el trabajo, busco, por lo tanto, apoyar y rodearme de personas y procesos que mantienen viva la esperanza y la alegría, que prefieren ser colaborativos a competitivos, y que aportan a la regeneración de las condiciones de vida.

3-Relaciones con otras ramas del yoga y nuevos retos

Como lo describí en los anteriores párrafos, el karma yoga ha sido muy importante para mi vida, tanto en las perspectivas que tengo sobre ella. Es muy importante resaltar, sin embargo, que estos hallazgos y estas semillas se han nutrido de todas las prácticas y conocimientos que nos ofreció el curso de Estudios Yóguicos ofrecido por la maravillosa academia Satyananda. Agradezco profundamente la posibilidad de crecer simultáneamente en diferentes aristas del yoga al tiempo. La práctica diaria de Asanas me ha permitido mantenerme consciente de mi cuerpo y sus posibilidades de movimiento y quietud. Me siento fuerte, flexible y más estable; mi postura ha mejorado muchísimo y mi espalda es más versátil.

Por otro lado, no deja de apasionarme la posibilidad de ampliar la conciencia hacia otras formas de experiencia sutil, en los campos psíquicos y energéticos. En particular, la introversión de la mente durante la meditación ha sido una experiencia en la que solo quisiera profundizar. Se trata de un viaje profundo e infinito hacia un mundo que es desconocido y a la vez propio. Aun no me siento capaz de poner en palabras estas experiencias, más allá de decir que he tenido el atisbo de presencia consciente y de un camino aún muy largo por recorrer. He podido percibir la magia de los mantras y los pranayamas y a disfrutar estados de concentración luminosos en la meditación.

Creo que el mayor reto será seguir profundizando en estos aprendizajes sin el amoroso entorno y la clara guía que brindaría Estudios Yóguicos 2 (que no fue ofrecido en 2021 por la pandemia). Sin embargo, confío en el poder de las herramientas aprendidas y en las semillas que he sembrado hasta ahora, así como en la vida que me seguirá guiando con sabiduría si me dejo llevar por ella. Tengo el propósito de seguir encontrando, experimentando y profundizando la conexión con el Ser y su expresión en todos los seres.

Libro recomendado:

Swami Niranjanananda Saraswati. 2007. Yoga Darshan. Munger. Bihar, India: Yoga Publications Trust.

Disponible en: https://www.satyamyogaprasad.net/

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