Por Gilberto Tabares
Hace dos años (2018) HBO estrenó su serie “Succession” donde exhibe a través de los conflictos de una familia multimillonaria, la idea de que el poder es un principio transversal al ser humano y Jesse Armstrong (director) usa esta categoría para mostrar como el conflicto sacude las vigas de la estructura de la familiar repercutiendo en la estabilidad del más poderoso conglomerado mediático y recreativo mundial. Es así como en succession los vínculos humanos están permeados por relaciones de poder como la amistad de Kendall Roy (Jeremy Strong) con Stewy Hosseini (Arian Moayed), el amor entre Siobhan Roy (Sarah Snook) y Tom Wamsgans (Mathew Macfadyen), la hermandad (hermanos Roy) y la relación entre el padre Logan Roy (Brian Cox) y sus hijos; esos conflictos se construyen capitulo a capitulo y la puesta en escena erige o redimensiona la narrativa de esta confrontación.
Aunque la serie se proyecta como una disputa por la dirección de un imperio audiovisual sin precedentes, la puesta en escena transgrede esa dirección, en ella podemos reconocer una atmosfera común que sostiene las principales confrontaciones de los personajes en pro del poder total; al inicio con el cumpleaños (episodio 1) se marca ese ambiente común, seguido del entorno de la recuperación de Logan Roy (episodio 3), el Día de Acción de Gracias (episodio 5), la terapia familiar en casa de Connor Roy (Alan Ruck) (episodio 7) y la boda de Siobhan y Tom (episodio 9 y 10). Este clima tan recurrente donde el epicentro no solo es la arquitectura, sino la infraestructura familiar, permite percibir la perspectiva de Jesse Armstrong (Codirector y guionista) sobre la naturaleza de la confrontación, ya que minimiza el espacio de los conflictos relegando los espacios corporativos a favor de los espacios domésticos.
Successión sumerge a los televidentes en un mundo desconocido de lucha por el trono del poder mediático y se apoya contundentemente en el guion para exponer un retrato verosímil ajustado a los límites del imaginario social de los espectadores. Si bien la actuación respeta los marcos ineludibles del guion y se articulan en su ejecución, la construcción es marcadamente renovadora al introducir diferentes dinámicas improvisadas como las representadas por Kieran Culkin (Roman Roy); la impresionante exhibición de poder, a través de su corporalidad, que hace Brian Cox (Logan Roy) no deja lugar a duda; para Logan el conflicto es inherente al ser humano, el institutor de los lazos familiares y la razón de su ostentoso poder, deja claro constantemente que solo lo podrá suceder aquel que mejor interiorice la esencia del poder para dar orden al mundo. Uno de sus hijos deberá disolver a los otros; e incluso la construcción del personaje Kendall (Jeremy Strong) que pasa de una dubitativa pasividad a dar visos esporádicos de un carácter acorde a las exigencias de su contexto, malabareando con la ambigüedad moral que le impide alcanzar su propósito.
Es sobre los hombros de Jeremy Strong (Kendall Roy) donde recae el peso de la metanoia, capitulo tras capitulo el personaje es humillado una y otra vez, pero dejando la confrontación abierta para simultáneamente ir edificando al verdadero businessman, mientras tanto el sonido hace una imponente presencia en momentos determinantes imprimiendo a las escenas el dramatismo justo a las tomas de Snap Zoom.
Sobre el autor de este disparate:
Catedrático sin alumnos, narrador de historias de ficción y humorista en formación. Escribe cuando le da sueño y repara computadores y corazones obsoletos a domicilio.