Invitación Dionisíaca

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Por Diego Gómez


«Los acontecimientos más grandes no son nuestras horas más ruidosas, sino las más silenciosas.»

Así habló Zarathustra – Friedrich Nietzsche

Nietzsche. Crearse libertad (Sexto piso, 2013) es otro de los grandes títulos biográficos que acompañan la producción de Maximiliem Le Roy (Francia), en esta ocasión a duo, con un best-seller con el cual comparte nacionalidad Michel Onfray (Francia), uno de los filósofos más populares y controversiales de finales del siglo XX y lo que llevamos de este. Le Roy se basa aquí en una de las mayores empresas de Onfray: La inocencia del devenir, la vida de Friedrich Nietzsche (Gedisa, 2007); el filósofo de Argenta, famoso por su insistente rescate de los pensamientos marginales (o marginados) en el mundo de la filosofía y por aquellos quienes los elucubraron, plantearon y los llevaron a cabo como forma de imprimir la existencia en el mundo, ha dedicado su vida a divulgar la visión histórica de la filosofía a contrapelo, para ello fundó la Universidad Popular de Caen y la Universidad del Gusto en Argenta, allí se brindan clases gratuitas, mientras que cada uno de estos cursos le sirve como excusa para escribir un nuevo libro y es así que con el pasar del tiempo se le han atribuido términos a su obra como: hedonista, anarquista, cínica, ateísta y sobre todo Nietzscheana. De este modo Le Roy se involucra con uno de los grandes pesos del pensamiento contemporáneo, de la mano de un cultor de sus saberes: «Hay que ser Nietzscheano como seguramente a Nietzsche le hubiera gustado: insumiso, rebelde. La paradoja consiste en que incluso aquí está su enseñanza.» Afirma Onfray al comienzo de La construcción de uno mismo. La moral estética.(Libros perfil, 2000).

Intrtior de “Nietzsche” del dibujante Maximilien Le Roy y el escritor Michel Onfray.

Con la notable destreza artística a la que nos tiene acostumbrados Le Roy, a través del dibujo digital hace un símil del trazo de grafito en vectores que domina bastante bien, a la par de una paleta controlada con colores oxidados, que sirven de puente para transportarnos a la segunda mitad del siglo XIX, usando exclusivamente los colores puros y más estallados cuando el conflicto dramático de la historia lo exige. Respecto a la estructura, como en casi todos los tomos de biografías de Le Roy, nos adentra en un contexto narrativo lineal, salvó por la primera página donde contemplamos a un Nietzsche ensimismado al final de su vida (página que se repite finalizando el libro), elipsis que funciona para ubicar históricamente al lector, antes de la muerte del personaje y al inicio de su vida, por lo demás es muy preciso con los hechos fundamentales de la vida de Nietzsche, me atrevería a enunciar en orden estos sucesos: la rareza del niño, el adolescente distante sin instinto gregario, su iniciación sexual, la embriaguez al leer a Schopenhauer, la estrecha relación intelectual con Wagner, el proyecto de comunidad filosófica junto a su hermana, su paso por el nihilismo radical, la fiel amistad de Heinrich Köselitz (a quien Nietzsche llama: Peter Gast), la madurez de su pensamiento de la mano al alumbramiento del Zarathustra, el fracasado ménage à trois (entre: Lou Andreas-Salomé, Paul Rée y Nietzsche), el terrible conflicto familiar con su hermana, su fracaso editorial, el conmovedor episodio del caballo de Turín, el silencio (supuesta locura), el éxito en los círculos de lectores europeos y el descenso (muerte). Podríamos enmarcar entonces esta narrativa dentro la estructura aristotélica del conflicto central, atada a través de un personaje protagónico, sin una mayor búsqueda formal o inquietud por otros recursos estructurales.

 Interior de “Nietzsche” del dibujante Maximilien Le Roy y el escritor Michel Onfray.

Como bien saben los conocedores del filósofo de Röcken, el cuerpo de nuestro pensador era un corpus humanum altamente sensible a su entorno, se evidencia en este cómic uno de los temas que habitualmente no se tratan: su experimentación, automedicación y autocuidado por medio del Cloral y ciertas dosis de Opio, la necesidad de curar o hacer más soportable un cuerpo enfermo, también se pone de manifiesto la capacidad de Nietszche para prever, en primer lugar cuando de niño sueña la muerte de su hermano menor, al ser raptado por su padre desde las tinieblas, en segunda instancia cuando escribe las últimas cartas a su editor, en donde predice que no lo comprenderán en su época y afirma sobre su último libro: «Digamos que será lícito leerlo alrededor del año 2000…»Ello se debe a una grandeza de espíritu, guiada por la pulsión de la intuición corporal, ya develada en Crepúsculo de los ídolos (Alianza editorial, 2017): «El decir sí a la vida incluso en sus problemas más extraños y duros; la voluntad de vida… el eterno placer del devenir». Se nos presenta este alegre mensajero como solía llamarse a sí mismo, esa capacidad premonitoria que se le atribuye a creadores y genios, convergen en él: el «filósofo-artista, al que ardientemente aspiraba Nietszche, aquel cuyo signo distintivo es la capacidad para inventar nuevas formas de existencia.» asevera Onfray en La construcción de uno mismo. Este hombre que ha dividido la historia de Occidente y se ha anunciado como el primero de los filósofos trágicos, quien ha asegurado, de forma vehemente que es un destino, inevitablemente nos ha marcado a muchos de los creadores del siglo XXI, por ello es lícito y pertinente concluir esta invitación con una cita de Onfray en Cosmos (Paidós, 2015): «Si Nietzsche acompaña mi proyecto filosófico desde mi adolescencia, ello se debe ante todo a que revolucionó el pensamiento universal arrancando de raíz la tradición dualista, idealista, conceptual, espiritualista, destruyendo los castillos sistemáticos y verbales, retóricos y confusos…»

Tapa del libro

 

Sobre el autor de este disparate:

Personaje de ficción, mago la mayor parte del tiempo, a veces dibuja.

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