Por Diego Gómez
Personaje de ficción, mago la mayor parte del tiempo, a veces dibuja.
Thoreau. La vida sublime, (Impedimenta, 2013) ya de por sí es un excelente título (hablando del apelativo como tal), pero el contenido que han logrado crear a dos manos, en este libro, los autores Maximilien Le Roy (Francia) y A. Dan (E.E.U.U) está completamente a la altura. La misteriosa figura de Dan de quien no se tiene referencia en el mundillo del cómic, biólogo de profesión y naturalista de corazón, nos ofrece un dibujo muy bien logrado, con una línea clásica que no escatima en detalles, nos brinda un Thoreau ensimismado e inmerso en la grandeza de la naturaleza salvaje, pero también maravillado por la humanidad, por el mundo que le tocó vivir y el de sus antepasados. Mientras que el ya reconocido Le Roy con un par de grandes títulos a su espalda y espléndidas colaboraciones, asume la labor de colorista escogiendo una paleta acorde a la historia, muy pensada, sumamente envolvente, con tonalidades verdes predominantes en cada una de sus páginas, invitándonos ópticamente a danzar de viñeta en viñeta a través de viridianos y tonalidades de prusia, cambiando entre ritmos y compases visuales desde un verde lima hasta llegar a ocres, así pues, es un goce para el ojo, un deleite de colores en juego; Le Roy a su vez plantea el guion que Dan dibuja, topándonos una narrativa sin titubeos, historia que nos conduce por grandes momentos de una hermosa existencia, carente de maquillaje, mostrándonos su esencia, tal cual fue, sin mediaciones, lejos del retrato que el Establishment Americano ha vendido e impuesto, en este libro Thoreau deja de ser el intelectual de élite que rescatan como mero divertimento, pasatiempo de aulas o cotilleo de cafés los académicos, ejemplo de moralina y conducta cívica, el pensador que no molesta a nadie en absoluta, en contraposición vamos develando al filósofo ético y libertario, más allá del apacible pensador pacifista, ese alborotador reflexivo, rebelde que nos recuerda también Paul Auster en las alusiones constantes que hace en la novela Leviatán por medio del personaje principal: Benjamin Sachs, de algún modo Thoreau prende la mecha y Sachs hace inmolar la conciencia de una nación, explotando en mil pedazos las metáforas ideológicas del American Way of Life (estilo de vida americano) con sus presuntas libertades y supuestos beneficios. Vemos también a un Thoreau tan sui generis como el que nos develan en El Club de los Poetas Muertos, inspirador pero muy raro, poco convencional y antisistema, facetas de un escritor que no necesariamente riñen con las demás, finalmente es un ser demasiado humano, lleno de complejidades y contradicciones, cambiante, pero seguro de sí mismo pues confía en la intuición, volátil e inquieto, como en todo buen filósofo, encontramos en él un espíritu de apertura, más allá de los prejuicios y dogmas que muchas veces empañan torpemente el camino de los pensadores.
Henry David Thoreau es una figura cargada de luz, celebra la existencia a través de la alegría de vivir, otro de los aspectos que se hace latente por medio de su metafísica trascendentalista, asceta entregado a una vida espiritual consagrada en la naturaleza, convergen en él: el Ermitaño, el Mago y algunos gregarios agregarían al Loco. Thoreau. La vida sublime en el mejor de los casos es uno de esos pocos libros que nos invitan a salir de él, es decir, nos saca de las letras y nos devela el afuera, es una sutil invitación a vivir, a prestarle más atención al entorno y para mí esos son los buenos libros, los que realmente valen la pena; por ello me regocija concluir este texto en medio de las montañas de Santa Teresa (Ibagué), rodeado por la naturaleza salvaje, contemplando la vasta inmensidad natural y dibujándola a veces, sin pretensiones de ser una mala copia de Thoreau (no existiría nada más infiel a su filosofía de vida) la enorme distancia entre inspirar e imitar, viene a mi memoria ahora que pienso en los grandes aislamientos sociales, el viejo Bill Watterson y me pregunto si se ha enterado de todo esto de la pandemia global en medio de su retiro a los bosques norteamericano, el mítico Bill se despidió hace 25 años con Calvin and Hobbes de este modo: «Es un mundo mágico, Hobbes, viejo amigo. ¡Vamos a explorarlo! », de manera similar nos despide el filósofo de Walden antes de su muerte en este bello libro: «Lánzate ahora a los paseos más arriesgados… escala las colinas.»
Bonus Track: Después de que las páginas en viñetas terminan, en un par de hojas a finales del libro, Le Roy hace una entrevista al profesor Michel Granger en torno a Thoreau, vemos en medio de ella algo de material de archivo: La casa de la familia Thoreau, la cabaña y su amado lago Walden, la tumba de Henry David, etc. Esta entrevista puede ser tediosa y muy larga para algunos, para otros un tesoro, un gran queso amarillo para los ratones de biblioteca, con preguntas amplias, sinuosas y complejas, acompañada de respuestas de talla, en cualquier caso, un hermoso regalo para los obsesivos compulsivos, los vagabundos de las letras, los raros, los inadaptados y los ácratas ilustrados.