Por: WWF Colombia
La fascinación por el oro es de vieja data. La orfebrería del Antiguo Egipto, la leyenda de El Dorado en Suramérica y el incremento de su demanda en los últimos años así lo demuestran. Solo en 2019, la extracción minera de oro en el mundo fue de 3530 toneladas, una cifra impresionante si se tiene en cuenta que, antes del siglo XX, solo se obtuvieron 24.000 toneladas de este metal en toda nuestra historia.
Las propiedades físicas del oro, su impresionante color y brillo, así como su resistencia al paso del tiempo y la dificultad para hallarlo, lo han convertido en el metal más preciado de la naturaleza. No obstante, obtenerlo cada vez significa mayores impactos ambientales y sociales en los territorios de donde se extrae.
¿Para qué usamos el oro?
Las multimillonarias inversiones para obtenerlo dan la impresión de que se trata de un elemento vital. No obstante, según el Consejo Mundial del Oro, el año pasado, el 48,3% del oro demandado fue destinado a la joyería; un 29% fue comprado por inversión y un 15,2% engrosó las reservas de bancos centrales en el mundo. Solo un 7,4% se destinó a la producción de tecnología. El valor del oro y su utilidad son simbólicas, no reales.
Mientras tanto, para obtener un gramo de oro se usan más de mil litros de agua; la misma cantidad que debería usar una persona para su higiene y consumo responsable durante 10 días. Así, el oro de un anillo de matrimonio podría significar que una persona se quedara sin agua durante un mes.
La minería de oro en Colombia y el problema del mercurio
La minería es una actividad compleja que, en apariencia, moviliza gran capital y tiene la capacidad de dinamizar la economía local y de generar divisas para los países en donde se desarrolla. Pero sus costos ambientales son devastadores: demanda gran cantidad de agua y destruye el suelo, entre otras cosas, porque utiliza elementos tóxicos. Ese el caso del mercurio, un metal pesado cuya concentración en el ambiente es letal. Por ejemplo, en la minería de aluvión, el mercurio se vierte en los sedimentos de los ríos para encontrar oro. Cuando esto ocurre, se forma una bola con el oro acumulado en su centro. Luego, los mineros evaporan el mercurio sometiéndolo a altas temperaturas, y lo que queda es el oro. En ese proceso, el mercurio se transforma en metilmercurio, un compuesto aún más peligroso que contamina el aire, el suelo y el agua, y que termina en el cuerpo de peces y otras especies que lo bioacumulan y traspasan a las personas que consumen el pescado, o a quienes realizan actividades mineras o pesqueras.
La minería de oro utiliza más del 55% del mercurio que se libera a nivel nacional y, con 1,6 gramos al año, Colombia es el país que más mercurio libera per cápita en el mundo. Esta situación se agrava, teniendo en cuenta que el 86,7% de la minería de oro nacional no cuenta con título minero ni licencia ambiental, lo que dificulta controlar su uso.
Es necesario proteger nuestros ecosistemas estratégicos de la minería
Y aunque la minería ilegal representa un problema gravísimo y las grandes compañías mineras han reducido el uso de mercurio, estas ahora implementan cianuro, otra sustancia cuyos efectos pueden ser mortales. En general, los residuos generados en sus operaciones pueden llegar no solo a los ríos, lagunas y otras fuentes de agua superficial, sino también a contaminar acuíferos (aguas subterráneas).
Por ello, desarrollar estas actividades en ecosistemas estratégicos como los páramos (el de Santurbán, por ejemplo), que proporcionan parte del agua que consumen los colombianos, no puede ser la respuesta ante la necesidad de reactivar la economía. También, como individuos, debemos replantear nuestros hábitos de consumo por otros que generen menos impactos negativos en el Planeta.
Durante siglos, el oro ha sido enormemente valorado por su difícil obtención. Hoy, el agua y nuestros recursos naturales cada vez son más escasos, lo que amenaza nuestra supervivencia. Por eso, antes de comprar joyas de oro, pregúntate si realmente valen la pena.