Un número cada vez mayor de pandemias mortales martirizará a la humanidad si los niveles de deforestación y pérdida de biodiversidad continúan creciendo a sus actuales tasas catastróficas, según explica The Guardian.
Casi un tercio del total de las enfermedades emergentes se han originado a través del proceso de cambio de uso de la tierra y, como consecuencia, 5 o 6 nuevas epidemias al año podrían afectar pronto a la población.
Un número cada vez mayor de nuevas pandemias mortales martirizará a la humanidad si los niveles de deforestación y pérdida de biodiversidad continúan a sus actuales tasas catastróficas, según ha recogido The Guardian.
De hecho, en una cumbre de la ONU acerca de la biodiversidad, que se celebrará en Nueva York el próximo mes, los conservacionistas y biólogos mostrarán pruebas concisas de un fuerte vínculo entre la destrucción del medio ambiente y el aumento de la aparición de nuevas enfermedades mortales como el COVID-19.
Casi un tercio del total de las enfermedades emergentes se han originado a través del proceso de cambio de uso de la tierra y, como consecuencia, 5 o 6 nuevas epidemias al año podrían afectar pronto a la población.
En este sentido, la deforestación desenfrenada, la expansión incontrolada de la agricultura, la construcción de minas en regiones remotas y la explotación de animales salvajes como fuentes de alimento, medicinas tradicionales y mascotas exóticas están creando el escenario perfecto para el desenfreno de enfermedades, según los expertos.
«Hay ahora toda una serie de actividades —tala, deforestación y minería ilegal— asociadas con el comercio internacional de carne de animales salvajes y mascotas exóticas que han creado esta crisis», ha asegurado Stuart Pimm, profesor de conservación de la Universidad Duke.
«En el caso del COVID-19, ha costado al mundo billones de dólares y ya ha matado a casi un millón de personas, por lo que claramente se necesita una acción urgente», ha agregado.
Decenas de millones de hectáreas de selva tropical y otros entornos salvajes son arrasados cada año para cultivar palmeras, criar ganado, extraer aceite y dar acceso a minas y depósitos minerales, lo que provoca la destrucción generalizada de la vegetación y la vida silvestre, que albergan innumerables especies de virus y bacterias, la mayoría desconocidas para la ciencia.
Así, esos microbios pueden infectar accidentalmente a nuevos huéspedes, como los seres humanos y el ganado doméstico, según The Guardian.
Conocido como ‘desbordamiento’ o ‘derrame’ (spillover en inglés), el pasaje de un virus u otro patógeno desde su portador no humano a su primer portador humano, o paciente cero, es más probable debido a la interferencia del ser humano en los ecosistemas naturales.
«Los humanos estamos impulsando el cruce de virus de animales a humanos. Y hay acciones que debemos tomar en lugar de esperar pasivamente a la próxima pandemia», ha señalado Christine Johnson, investigadora del Instituto One Health de la Escuela de Veterinaria de la Universidad de California Davis, un centro dedicado a estudiar la conexión entre la salud humana, los animales y el medio ambiente, a BBC Mundo.
«El derrame de virus desde animales es un resultado directo de nuestras acciones relacionadas con especies silvestres y su hábitat», ha añadido.
Así, los animales están compartiendo sus virus con el ser humano, lo que aumenta simultáneamente el riesgo de extinción de especies y de derrames o spillovers.
«Es una convergencia desafortunada de factores que acaba en situaciones de crisis como la que atravesamos con la actual pandemia», ha explicado Johnson.
Lo mismo ocurrió con el virus del VIH, que a principios del siglo XX se propagó de los chimpancés y gorilas —que eran sacrificados para obtener carne de animales silvestres en el África occidental— a hombres y mujeres. Desde entonces ha causado la muerte de más de 10 millones de personas.
De la misma manera, el Ébola fue transmitido por los murciélagos a los primates y, a continuación, a los seres humanos. La epidemia de gripe porcina de 2009 y el COVID-19 también fueron transmitidos a los seres humanos a través de los murciélagos.
«Cuando los trabajadores llegan a los bosques tropicales para talar árboles no se llevan comida», ha comentado Andy Dobson, profesor de ecología y biología evolutiva de la Universidad de Princeton.
«Solo comen lo que pueden matar. Así que eso los expone a la infección todo el tiempo», ha añadido.
En el pasado, muchos brotes de nuevas enfermedades se mantenían en zonas controladas.
Sin embargo, la demanda de los viajes aéreos baratos ha cambiado ese panorama y las enfermedades pueden aparecer en todo el mundo antes de que los científicos se den cuenta de lo que está sucediendo, según The Guardian.
«La transmisión de una nueva enfermedad es también otro elemento realmente importante en la historia de la pandemia», ha mencionado el profesor James Wood, jefe de medicina veterinaria de la Universidad de Cambridge.
«Consideremos la pandemia de gripe porcina. Volamos alrededor del mundo varias veces antes de darnos cuenta de lo que estaba pasando. La conectividad global ha permitido —y sigue permitiendo— que el COVID-19 se transmita a casi todos los países de la Tierra», ha argumentado.
Para evitar que la destrucción desenfrenada de los bosques desate entonces más pandemias, varios científicos y economistas han propuesto establecer un programa para vigilar la vida silvestre, reducir los efectos secundarios, poner fin al comercio de carne de animales silvestres y reducir la deforestación.
Dicho plan podría costar más de 20.000 millones de dólares al año, un precio que se ve empequeñecido por el costo de la pandemia del COVID-19.
Business Insider